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José Bermúdez: Expresión libertadora de toda gravedad

José Bermúdez: Expresión libertadora de toda gravedad

El tema es fundamental para José Bermúdez, que se preocupa por la vida, no por la muerte y como él dice, procura estar en los cauces que la promueven y estimulan en forma real. "Creo -señaló- que ser leal y consecuente con la vida es la más tremenda y hermosa responsabilidad del hombre y constituye el mejor camino para la paz y la felicidad".

En cada nueva muestra se renueva esta profesión de fe, buscando la felicidad posible sin caer en un voluntarismo sensual y rechazando la especulación metafísica. En total coherencia con su enfoque vital de la existencia, la figura humana se constituye en una deidad olímpica, a la que rinde culto desde su optimismo, pero no como una auto imposición sino porque le nace naturalmente.

Hay varios cuadros con el tema clásico del pintor y la modelo, en ocasiones juntos, en otras separados. El titulado "El pintor y su paisaje", en tonos ocres, tiene una sobriedad tonal de resonancias poéticas, con el halo de la inspiración de quien recrea gozosamente el universo. "Escena en el taller" presenta tres pintores con una modelo desnuda, yacente, cubriendo en parte el rostro con los brazos. Ellos parecen estar frente a algo nunca visto, de modo que subyace cierta picardía y un mordido humorismo que gratifica al espectador a costa de tomarle el pelo a los artistas. Las humoradas son una característica constante en Bermúdez, por eso, en "Pintor en plena tarea" coloca una llamativa bufanda en el personaje, protegiéndose del frío del taller y en "Pintor tomando medidas" juega con el doble sentido. Él tiene gesto adusto y la joven, que se cubre el pecho candorosamente, parece tiritar de miedo.

En "Páginas de una vivencia poética" -recordemos que es uno de los más conocidos ilustradores de Mendoza y que se desempeñó durante años como diagramador- se aprecia su capacidad narrativa. Junto a la escritora ha figurado a la musa inspiradora (¿Erato?), una campesina, una pareja en actitud amorosa y Cupido a punto de lanzarles la flecha; una paloma, el sol, cultivos, montañas, flores y hasta el cuaderno y la lapicera con que escribe la autora. La distribución de los diversos elementos en el espacio, los tonos bajos -ocres y grises- y los contrastes cromáticos indican oficio, destreza técnica, imaginación y afianzado estilo.

En "Madre joven" predominan los tonos rosados, bien subidos y modulados, al servicio de una expresión que pondera la energía y la plenitud de la vida.

"Pausa reflexiva", "Concentración mística" y "Diálogo íntimo", con inflexiones diversas y distinto tono, responden a otro de sus temas predilectos, el de la mirada interior, el de la dialéctica a solas que deviene en sabiduría moral. Pero no se torna discursivo porque deja filtrar una fina ironía, que acaso sea el modo más efectivo de ver la vida, desde una madurez que se sitúa entre la crítica y la admiración por el mundo natural.

El arte pictórico de Bermúdez tiene, en general, una expresión risueña, picaresca, liberadora de toda gravedad, vital, creadora de personajes e historias posibles, que van de lo cándido a lo irrisorio, de lo irónico a lo lírico y de lo tierno a lo sensual, demostrando una vez más que el arte es tanto más arte cuando se vale de una sintaxis poderosa, de reconocible estilo.

La multiplicidad de situaciones que se dan en el transcurso de la existencia son aprovechadas por él para divertirnos. Las narices prominentes, los ojos habitualmente como huevos en el plato y las boquitas corazón constituyen rasgos fisonómicos característicos de sus figuras, tan queribles, tan expresivas, tan dulces y tan mansas.

Cada uno de sus cuadros, desde aquellos donde el color es apagado hasta los de tonos vibrantes y de apariencia fluorescente, son parte de una fiesta incesante, donde los sentimientos son obligatoriamente delicados, las formas recatadas y naturalmente elegantes y donde están prohibidos el drama y la tragedia. Es, nada más y nada menos, que la aspiración a un ideal de ser humano, exento de suspicacia, de malevolencia y de especulación y capaz de formar una sociedad -valga la redundancia- más humana.

Pero no es que trate de evadir la realidad, ni los grandes temas, ni las preocupaciones metafísicas, sino de cifrar, en la forma y el color, la alegría de vivir, estableciendo con el otro, con el prójimo, el respeto y el afecto que posibiliten una existencia fructífera y dichosa, que nos ofrezca la certeza de ser, sin necesidad de preguntar por qué ni para qué.

Todos sus personajes nos transmiten su fe en el hombre como tal, invitándonos a desentendernos no de la sociedad, sino del enredo social; y a que recordemos que estamos vivos y que ese es un tesoro de lapso breve. En fin: nos está diciendo Bermúdez "carpe diem"; goza este día. Mañana piensa Dios